domingo, 25 de mayo de 2014

EL HOMBRE DE LA CARPETA.-


A menudo me lo encuentro por las mañanas. Siempre con una carpeta en la mano. Camina deprisa y decidido, como si fuera a alguna parte, a hacer una gestión que nunca se ve. Es mi vecino del tercero. Un hombre muy activo, educado, amable e ingenioso, pero al que a veces esquivamos ante el temor a que vuelva a proponernos otra reforma o mejora en el edificio. No todos disponemos de tanto tiempo como él.
En su plenitud física y psíquica, se le adelantó la jubilación mientras se retrasaban los nietos. Vuelve temprano del gimnasio y se le ve aquí y allá tomando café, con antiguos compañeros o compañeras, con alguien a quien encuentra más o menos casualmente…  A veces busca a los colegas que están todavía en activo, pero dice que siempre tienen prisa, que se marchan enseguida. Hace unos días, mientras desayunaba yo con una amiga, lo vi entrar en el bar con una señora. Mi amiga, un poco cotilla, me dijo que la conocía, que era una novia de juventud, de la que siempre parecía haber estado enamorado y a la que yo no le encontré ningún encanto. Pero seguro que eso da igual. Cualquiera sirve para echar un rato, entre una cosa y otra es la hora en que su mujer sale de trabajar.


Jean Béraud. Au Café