Erase una vez una hormiga que estuvo durante todo el verano
buscando comida y cargando grano a grano hasta su casita para no pasar hambre
durante el invierno. “Chica precavida vale por dos”, se decía.
Mientras tanto, su vecina la cigarra se recostaba sobre
alguna hoja o sentaba en alguna piedrecita bajo un árbol y cantaba y cantaba.
Le gustaba que la oyera todo el que pasaba.
Cuando llegó el frío invierno,
la trabajadora hormiga se resguardaba en la guarida que se había construido y disfrutaba de la comida almacenada, pero
pasaban los días y no veía a su vecina la cigarra, la que un día le pidió un
poco de comida y ella se la dio no sin antes reprenderle por su holgazanería.
Andará pidiendo comida de un lado para otro –pensó-.
Hasta que un día vio venir
a lo lejos a una elegante cigarra que vestía un hermoso abrigo de visón
y un moderno sombrero. Según se acercaba
reconoció a su vecina, que también llevaba un lujoso bolso de Chanel.
-Hola querida hormiga, ¿cómo estás?
-Bien, haciendo mi comidita. ¿Y tú?, ¿qué haces vestida así?, ¿de qué vives?
-Pues verás, como yo siempre estoy cantando, un día pasaron
unos señores y me propusieron presentarme a un programa de T.V. que se llama “Tú sí que vales”. Fui, me eligieron, actué varias veces, me
pagaron mucho dinero, grabé un disco y aquí me ves. Si es lo que yo digo, la
que tiene arte ¿para qué va a trabajar? Bueno, me voy que me esperan para
almorzar en un nuevo restaurante que han abierto en la ciudad.
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