sábado, 17 de noviembre de 2012

SE HIZO EL SUECO


El hombre, sueco o finlandés, no hablaba español. Sin embargo, lo contrataron como pinchadiscos en la discoteca del hotel español donde yo trabajaba.  Iba recomendado por Anselmo, un gran amigo de mi marido, que conocía al director.
Me subyugó desde el primer momento. Era pelirrojo y yo no podía resistirme, así que cuando Luis, mi marido, Anselmo y él, Erik, quedaban para jugar al tenis o ver un partido, hacía cualquier cosa por aparecer por allí. Me encantaba que viniera a casa. Empezamos a frecuentar la discoteca del hotel por las noches. A veces se sentaba con nosotros un rato, yo con verlo y tenerlo cerca, me conformaba, me gustaba oír su voz, aunque no lo entendiese, pero me disgustaba que Luis y él hablaran en alemán. A pesar de que ninguno de ellos parecía  dominar el idioma, se dedicaban largas parrafadas. Me quedaba tan absorta mirándolo, que temía que se me notara. El también parecía querer comunicarse conmigo.
Un día me entregaron en recepción el teléfono móvil que Erik se había olvidado en la discoteca. ¡Qué placer, tener algo suyo entre mis manos! No pude reprimirme y me puse a curiosear. Me extrañó ver fotos con Luis en sitios que yo no sabía que habían estado. Encontré mensajes amorosos, ¡en español!  ¿Tenía una novia española?,  pero mi desconcierto llegó a la indignación  y a la amargura cuando comprobé que los mensajes pertenecían a mi marido.
Fui yo quien abandonó la casa y el trabajo. No podía vivir cerca de ellos. Nunca averigüé desde cuando se conocían.
Horacio Diez. Carl Larsson

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