Al poco tiempo, el barco quedó atrapado. Pasamos meses en un
campamento improvisado sin que nadie viniese a rescatarnos. No había llegado la
época dorada de las comunicaciones y un país en guerra no puede velar por todos
sus súbditos. Pasamos duras pruebas físicas y psicológicas de supervivencia.
Llegamos a jugar al fútbol y hacer teatro a temperaturas extremas, para
mantener la mente y el espíritu activos. Los perros fueron parte de nuestro alimento. Recorrimos
kilómetros andando cargando todo el material. Un grupo navegamos en un bote
salvavidas hasta una isla, mientras el resto esperaba. Después otra travesía de 1300 km. en otro bote
abierto por uno de los mares más peligrosos del planeta. Ya habían pasado dos inviernos de vientos y nevadas y llegó otro
verano cuando yo, Ernest Shackleton,
junto a dos compañeros, sin mapa ni equipo
adecuado, cruzamos una montaña nevada hasta que encontramos por fin
ayuda. Como el gobierno británico tardaría varios meses en rescatarnos, después
de muchos intentos, el 30 de Agosto de 1916, en un barco chileno, recogimos al
grupo que esperaba en la Isla Elefante.
No conseguí cruzar la Antártida como pretendía, pero fui considerado
el mejor líder de la historia de la
aventura y la épica, que logró mantener vivo a todo el grupo, en las
condiciones más adversas, llegando a altas cotas de superación del ser humano.
Foto: Frank Hurley
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