domingo, 5 de agosto de 2012

ELLOS


Ella no sabía muy bien qué hacía allí en casa de aquel amigo. El estaba recién llegado de vacaciones desde otra ciudad donde trabajaba últimamente. Se habían encontrado un rato antes por los alrededores y tras los saludos y comenzar a charlar, él la invitó a pasar.
Desde hacía varios años que se conocían, era la primera vez que estaban a solas en un lugar resguardado y ambos, sin confesarlo, habían deseado muchas veces que se produjera una situación así. El se mostraba inquieto como un muchacho, aunque no lo era. Ella, insegura  como una adolescente, que tampoco lo era. Él disfrutó enseñándole su rincón favorito y algunos objetos personales significativos. A ella le gustó verlos.
No se permitieron más placer que el de la conversación. Se sentaron frente a frente y terminaron hablando de trivialidades, mientras se observaban y se gustaban. Ella supuso que él estaría deseando encontrarse con aquella chica que siempre lo acompañaba últimamente y con quién parecía  muy entusiasmado. El pensó que ella no estaría para ningún tipo de proposición, después de hablarle de la enfermedad que le habían diagnosticado.
Cuando ella salió a la calle, la luz del sol le cegó la vista y también la mente. Creyó que aquello no había ocurrido, que fue solo un espejismo en su desierto.
Le déjeuner. Renoir. 1879

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