Él se paseaba delante de mí, insinuante, una y otra vez. A
mí me gustaba, e hice lo mismo. Pero jugaba a hacerse el duro. Así que en
medio de aquel tinglado de personajes, tomé un disfraz de animal e inyecté una
pócima en la fruta de su cena.
Sucumbió. Pasó lo que tenía que pasar. Pero enseguida se
enteró el director de escena, que no quería líos entre sus protagonistas y nos
expulsó al tiempo que cambió el guión de la historia.
Yo me quedé embarazada y, como era un hombre cabal, de los antiguos,
cumplió y me llevó con él. Como es normal, tuvimos más niños; por supuesto, en
los partos nunca me pusieron la epidural, y él trabajó, siempre trabajó mucho.
Aunque los graves sucesos con mis hijos mayores enturbiaron
nuestras vidas, Adán fue siempre un buen padre y un buen marido y para él la
más importante siempre fui yo, su Eva.
El Jardín de las Delicias. Jerónimo Bosch. "El Bosco".
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