jueves, 5 de abril de 2012

...Y LLOVIÓ


Llovió la tarde del Jueves Santo, uno de los tres que relucen como el sol. Se mojaron los zapatos nuevos,  los tacones resbalaron, se deslució el charol y también  se estropearon los peinados hechos por profesionales. Las gabardinas y chubasqueros aparecieron pronto tapando las corbatas nuevas, los trajes oscuros de supermercado, los bellos vestidos negros, algunos reciclados de la nochevieja, las joyas y el glamour. Se abrieron los paraguas y taparon las lindas mantillas y  peinetas, ya fueran de plástico o de carey.

El vendedor de cacahuetes se va rápido con su canasto. Los palcos y sillas quedaron desiertos, ese dinero ya está cobrado; los camareros recogían las mesas de las terrazas. El autobús cambió la parada y los taxis escaseaban. Los penitentes rompieron filas y pisaron el azahar de las aceras.

¡Qué  pena!, fue  la frase más oída, “todo el año esperando” –lamentaron otros-. “Cuánto dinero van a perder los de la hostelería, con la falta que hace”- reflexionaron muchos-.

Los pasos con las excelsas imágenes cambiaron su rumbo para guarecerlas en los templos más cercanos y todavía había quién se consolaba: “El domingo, cuando vuelva a su iglesia, la tenemos otra vez  fuera, por calles por donde nunca pasa,  con música y mucha gente".
Foto: Diario de Jerez

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