Se sienta a mi lado y hablamos, a veces de naderías, a veces
en serio y a veces callamos. También paseamos un buen rato, no me importa que
estemos en silencio. Pero, a menudo sin
esperarlo, mira el reloj y se marcha.
¡Lástima!, a la mujer más guapa y quizás la más joven que he tenido a mi lado,
tengo que pagarle... Bueno, mis hijos le pagan también una
parte, para que venga al geriátrico a visitarme, me pasee en mi silla de ruedas y me ayude si tengo algún problema, pues ellos
trabajan fuera.
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