domingo, 7 de octubre de 2012

CAPERUCITA GUAY

Mientras recogía flores, vi  que el lobo, tras preguntarme adónde iba y recomendarme el mejor camino, cambió su rumbo y tomó una calle estrecha hacia las afueras del pueblo.
Mi madre me advirtió que no me entretuviera ni hablara con desconocidos, pero yo entré en aquel parque buscando flores. Cuando tuve un ramillete, cogí mi mochila roja que guardaba  un rico bizcocho para entregárselo todo a mi abuelita, como quería mi mamá. Yo llevaba a todas partes aquella mochila y por ello me conocían por Mochilita Roja.
Crucé el barrio que me recomendó el lobo y cuando llegué a casa de la abuela, la puerta estaba entreabierta y la encontré en su dormitorio acostada,  estaba muy rara, con muy mala cara. Entonces le dije:
-Abuelita, ¡qué mal te encuentro!
-Hijita, estoy enferma.
-Pero ¡qué orejas más grandes tienes!
-¡Son para oírte mejor!
-Y ¡qué ojos tan grandes!
-¡Para verte mejor!
-Dios mío ¡qué boca tan grandes tienes! –Me daba un poco de miedo y marqué en el teléfono móvil el número de mi madre, pero antes que ella contestara, el lobo respondió:
-¡Para comerte mejor! Y cuando me dí cuenta de que no era mi abuela, sino el lobo disfrazado, éste me engulló y llegué a su estómago, dónde sí estaba mi abuela.
Después de un rato de miedo y congoja, la barriga del lobo se abrió y salimos mi abuela y yo sanas y salvas. Allí estaban un carnicero que  rasgó al lobo, unos policías que habían buscado al carnicero y mi madre, que como yo no le contestaba al móvil, se preocupó y llamó a la policía.
Todos estábamos felices, al lobo lo incineraron y yo aprendí que siempre que me llame mamá al móvil debo responder, pues de lo contrario, ella se imagina lo peor y llama a la policía


 

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