domingo, 24 de mayo de 2015

REFLEXIONANDO APARECIO LA NORIA.-


Erase una vez  un hombre bueno, responsable e inteligente, que desde muy  joven ejerció diferentes trabajos, incluso tuvo su propia empresa con otro socio. Como nunca dejó de formarse, trabajó muchos años en la Administración local y, por méritos propios, ocupó lo que se suele decir “un carguito”. Entre sus funciones estaba la de contratar personal de forma puntual para ciertas tareas concretas. Era una época en la que fueron a buscarle muchos amigos, conocidos y extraños. Unos en busca de trabajo, otros de asesoramiento, de información, aquel intentando agilizar un trámite o conseguir entrevistarse con alguien. En fin, todas esas gestiones para las que viene bien acordarse de un amigo.
Pero llegaron unos políticos que, injusta e ilegalmente, lo despidieron junto a otros muchos compañeros. A partir de entonces, empezó a sonar menos su teléfono, a no tener varios compromisos para tomar un café. Algunos compañeros y amigos se fueron apartando, incluso aquel que tanto repetía que era bien nacido porque era agradecido. Para quien gustaba de hablar con él e intentar obtener cierta información, parece que su compañía ya no era tan agradable…
Llamó a varias puertas. Empezó por los amigos y aquellos a quienes de una u otra forma había facilitado trabajo. Casi todos estaban muy ocupados o la crisis también les había pillado. Pero vio que a su alrededor había gente. Estaban los auténticos, los de verdad. También aparecieron otros nuevos. Incluso reaparecieron antiguos amigos a los que llevaba muchos años sin ver. Alguien a quién no conocía le echó una mano. Y comprobó que existe gente buena.
Hoy ese hombre tiene un poder que no todos consiguen: saber quiénes son sus amigos.
Y colorín colorado, este cuento no se ha acabado y,  a veces, parece que la vida es una noria.