viernes, 25 de abril de 2014

LA MODA: UN DICTADO ENTRE TODOS.


Siempre pensaba que la moda era una invención de la industria textil para hacernos comprar aquello que no necesitamos y que sólo interesa a unos cuantos. Pero últimamente he cambiado de opinión. Observo esta primavera, muy esplendorosa  por cierto, y veo  a las personas como otro elemento más de la naturaleza, que cada estación renueva su aspecto, cambia de colores y se nos presenta distinta.
Igual que miramos con ilusión las primeras rosas de cualquier jardín cercano y los primeros azahares caídos en la acera, también nos entusiasma ver  las tiendas inundadas  de una nueva gama de colores,  propios de la temporada. Con frecuencia buscamos una prenda de ese color, del que que hacía tiempo que no llevábamos nada y que este año “está de moda”, alegrándonos de que aparezca. Y podemos llegar más allá, probándonos algún modelo nuevo, más ancho o más estrecho, o quizás más largo, pero que  nos da una imagen diferente. No es ni más ni menos que lo mismo que han hecho todas las generaciones, atribuido más a las mujeres por la versatilidad de su vestimenta. Cualquier  pueblo o grupo étnico que se estudie, viene identificado y representado por una forma de vestir concreta, lo que unido a las joyas y otros complementos nos da información sobre la época de qué se trata, la riqueza que pudieran tener  y otros datos relevantes.
Si bien nadie tiene por qué obedecer la última tendencia, desde  las hojas de parra, la ropa ha evolucionado constantemente y todos contribuimos algo a ello.


© Kristian Schuller


 


 

viernes, 4 de abril de 2014

MI HUERTO Y YO.-


En épocas de dificultades, como pasó  en la Gran Depresión del 29, durante la I y II Guerra Mundial, y las posguerras, surgen los llamados huertos comunitarios, huertos urbanos, o  de resistencia. Con esta crisis también; ya sea por subsistencia, ecología, moda o afición, somos muchos los que tenemos un trozo de tierra, o unas macetas, dedicados al cultivo de verduras.
Para mí ha sido un placer descubrir el contacto directo y continuo con la naturaleza, disfrutar del olor de la tierra mojada y pasar del romero a la yerbabuena y del hinojo a la albahaca. Descalzarme, pisar la hierba,  plantar semillas y tocar los frutos que están creciendo me recuerdan que la evolución de cualquier ser, animal o vegetal, supera a todas las máquinas. Es constatar que la felicidad está en las cosas sencillas y ponernos en contacto con lo que hicieron tantos hombres para alimentarnos, los agricultores, desde toda la historia de la humanidad, a la vez que reconocer lo duro de ese trabajo hecho a gran escala.
Claro que no todo son satisfacciones y hay que quitar las malas hierbas, que como los malos compañeros o las amistades tóxicas, te quitan o perjudican el terreno y he librado varias batallas con los caracoles, debiendo admitir que algunas las han ganado ellos .
Ayer entré en la cocina orgullosa, abrazando un gran manojo de hojas  verdes, húmedo todavía y manchado de tierra. Mis hijos al verme exclamaron al unísono: “No, otras vez acelgas, no, por favor. Nos negamos". Y calentaron una pizza, sin que yo pudiera remediarlo.     
  
Bodegón de Juan Sánchez Cotán. Museo de S. Diego (California)