jueves, 3 de octubre de 2013

ESPERANDO EL TREN.-


Estaba sentada, o mejor,  agachada sobre la vía, en posición fetal, con la cabeza entre las manos y un bolso a su lado. Nos habíamos quedado los últimos en el andén consultando un mapa. Al girar la cabeza la vi. Tuve que asimilar rápidamente la sorprendente pero evidente intención de aquella mujer que estaba al otro lado, en el  extremo, casi en el túnel del  Metro. Corrimos hacia ella. Mi acompañante fue a avisar para detener el tren.  Grité y gesticulé cuanto pude: “Quita, quítate de ahí, venga, sube, vamos, vamos, sube, …” Estuvo impasible hasta que llegué a su altura, me miró y se volvió hacia el borde del lado en que estaba. Mientras pasé por las escaleras al otro andén llegaron dos personas que también les tendieron las manos, Pudimos subirla sin dificultad. Llegó más gente.
Parecía exhausta, las pupilas dilatadas, no hablaba, sólo lloraba. Pensé que después de ese trance debía sentir cerca humanidad y hasta que llegaron los sanitarios de emergencia, le hablé mucho, frases como: “tranquila, tranquila, todo puede arreglarse, siempre habrá alguien a quien le importes, ahora me importas a mí, nos importas a nosotros… Siempre puedes encontrar a alguien que te ayude. Puede ser una persona a quien todavía no conoces. Habla, pide ayuda… Además, te importas a ti misma, no lo olvides…” Tomé su mano, acaricié su brazo… Sabía que después sólo la tocarían con guantes de látex.
No me contestó nada. Ni siquiera tengo la  certeza de que oyera y comprendiera mis palabras. Pero yo sí me las creí y sé que lo recordaré en los malos momentos. Recordé después estrofas del poema de J.A Goytisolo a su hija:
“Te sentirás acorralada,      
te sentirás perdida o sola
tal vez querrás no haber nacido.
Pero tu siempre acuérdate,
de lo que un día yo escribí,
pensando en ti, como ahora pienso.”
He insistido a veces con estos versos, cantados por Paco Ibáñez, queriendo que los míos los tengan presentes cuando les llegue el desánimo, pero ahora, no mejorando al autor, sino haciendo el mensaje más personal les diría: “tú siempre acuérdate de lo que un día  yo dije, pensando en ti “, porque “tú” eres esa mujer  o cualquier otra persona a la que en un momento dado le parezca que el equipaje de sus vivencias  es tan pesado que no puede subirlo al tren.