domingo, 23 de marzo de 2014

ALREDEDOR DE LOS CAMINOS.-


Que la línea recta es la distancia más corta entre dos puntos, nadie lo duda. Pero nuestros aparatos  de GPS  preguntan, muy acertadamente, si queramos tomar el  camino más corto o el más rápido, pues no siempre coinciden. Una carretera estrecha o  aglomeraciones de tráfico, nos hacen decidirnos por el más rápido.
De la misma manera, muchas personas abandonan el camino más corto para alcanzar metas importantes en sus vidas. Así, todos sabemos de quien para procurar el amor de una persona, en lugar de manifestárselo directamente, prefiere antes hacerse miembro de su  círculo de amistades o acudir a los lugares que frecuenta. Igualmente ocurre en el terreno laboral. Conocemos sujetos que,  cuando pretenden alcanzar un puesto más o menos  relevante,  no buscan la forma de opositar o formarse, para hacerse merecedor del mismo, que en teoría sería lo más corto. Ellos frecuentan los bares o clubs sociales del delegado o ejecutivo responsable del asunto y si es necesario, se hacen del mismo equipo de fútbol o partido político, para así, después de muchas vueltas alrededor del sujeto, haber conseguido su confianza y a ser posible su agradecimiento en alguna cuestión, que le lleve a lograr su objetivo.  Los mismos medios se utilizan para conseguir cargos en partidos políticos, asociaciones y otros grupos. Antes de presentarse a unas elecciones, se aseguran su sitio con estas artes.
Euclides nos habló de Geometría, que estudia el espacio, pero en nuestra vida cuenta mucho el tiempo y a menudo se toma el camino rápido, que no el recto.
Curva del camino en el bosque. Paul Cezanne

sábado, 8 de marzo de 2014

OTRO DÍA.-


Aquella mañana, al despertar, ella notó un calorcillo que le anunciaba la primavera. Estiró el brazo y notó vacía la otra mitad de la cama. No recordaba si oyó salir a su marido. Empezó la rutina diaria de despertar a los niños, desayunos y llevarlos al colegio, con las habituales prisas y regañinas.
Al volver, le pasó por la cabeza la idea de que otra vida era posible. Hacía tiempo que no la contrataban ni para sustituir; la casa mostraba el mismo escenario de siempre: tazas del desayuno en la mesa o el fregadero, camas deshechas, prendas en el suelo del cuarto de baño…
Recogió lo más imprescindible con toda rapidez. Guardó en su bolso algunas cosas por si surgiera algún imprevisto. Retocó su aspecto y volvió al coche. Tras sacudir con el limpiaparabrisas algunos azahares que habían caído, se puso en marcha. A menos de una hora, tenía una amiga de la infancia a la que siempre podía acudir si tenía ganas de llorar, un antiguo amigo que siempre le hacía reír y, el mar. Un mar con un paseo  en el que cruzarse con otras personas, ya fueran al ritmo de un deportista,  arrastrando su melancolía, o surcando un corazón en la arena…
Paró para escribir un mensaje: “Llegaré tarde. Hay comida en el frigo. Ya te explico. Estoy fatal de batería”. Apagó el móvil y subió el volumen a la música de los Rolling.
 
Thelma y Louise. Año 1991