sábado, 16 de noviembre de 2013

LA ULTIMA COPA.-


Cuando llegó a la casa, todo estaba tal como lo había dejado. El padre de su hija habría  recogido a la niña esa mañana, le tocaba pasar el día con él.  Pero, al entrar en el salón, vio una copa con un resto de brandy , era de aquella botella que ella le regaló a su entonces marido, tras un congreso en Jerez. De vez en cuando encontraba una copa así sobre la mesa. Era la forma que él tenía de decirle que no había salido de su vida, ni de su hogar, que entraba allí cuando quería.

Con el propósito de que no volviera  a ocurrir,  dejó la botella en el suelo de la cocina en espera de otro destino. Al día siguiente, el gato  deambulaba con los ojos vidriosos junto a  un reguero ambarino que salía de la botella rota.