viernes, 4 de abril de 2014

MI HUERTO Y YO.-


En épocas de dificultades, como pasó  en la Gran Depresión del 29, durante la I y II Guerra Mundial, y las posguerras, surgen los llamados huertos comunitarios, huertos urbanos, o  de resistencia. Con esta crisis también; ya sea por subsistencia, ecología, moda o afición, somos muchos los que tenemos un trozo de tierra, o unas macetas, dedicados al cultivo de verduras.
Para mí ha sido un placer descubrir el contacto directo y continuo con la naturaleza, disfrutar del olor de la tierra mojada y pasar del romero a la yerbabuena y del hinojo a la albahaca. Descalzarme, pisar la hierba,  plantar semillas y tocar los frutos que están creciendo me recuerdan que la evolución de cualquier ser, animal o vegetal, supera a todas las máquinas. Es constatar que la felicidad está en las cosas sencillas y ponernos en contacto con lo que hicieron tantos hombres para alimentarnos, los agricultores, desde toda la historia de la humanidad, a la vez que reconocer lo duro de ese trabajo hecho a gran escala.
Claro que no todo son satisfacciones y hay que quitar las malas hierbas, que como los malos compañeros o las amistades tóxicas, te quitan o perjudican el terreno y he librado varias batallas con los caracoles, debiendo admitir que algunas las han ganado ellos .
Ayer entré en la cocina orgullosa, abrazando un gran manojo de hojas  verdes, húmedo todavía y manchado de tierra. Mis hijos al verme exclamaron al unísono: “No, otras vez acelgas, no, por favor. Nos negamos". Y calentaron una pizza, sin que yo pudiera remediarlo.     
  
Bodegón de Juan Sánchez Cotán. Museo de S. Diego (California)
 

1 comentario:

Carmen Cita Rod dijo...

Precioso y muy visual, hasta me vinieron los aromas del romero y la yerbabuena. Incluso visualicé al leer, algunas personas tóxcas con cuernecitos de caracol. Lo único es que a mi tampoco me gustan las acelgas, pero criarlas desde su esencia, sin duda no tiene precio.
Me ha gustado mucho tu relato y también el bodegón que lo ilustra, felicidades.