sábado, 22 de junio de 2013

CUESTIÓN DE FE.-


Los expertos en meteorología han anunciado que este verano de 2013, será el primero desde hace 25 años en que no hará calor.
Mi primer pensamiento fue para las miles de personas que encuentran en las playas y el veraneo su “modus vivendi”, muchas, dado que España se ha quedado para el sector servicios, más cerca quizás de la servidumbre. Recordé a los trabajadores de los chiringuitos; a  los padres de familia que, con el auge de la hostelería en los meses de verano, obtienen casi el único sustento en todo el año para los suyos; estudiantes que, ya sea como socorrista o vendedor de refrescos y helados, consiguen pagar la cada vez más cara matricula de su universidad. También pensé  en  aquellas familias que alquilan su vivienda cercana al mar y cuyo dinero es un gran alivio para  los males domésticos.
Pero al poco, me asaltó un irreprimible sentimiento egoísta y me imaginé llegando a una playa donde no tendría que dar diez vueltas antes de aparcar, ni soltar un euro para el gorrilla. Tampoco vendría nadie a clavar su sombrilla, cual bandera en terreno conquistado, junto a mi toalla. Ni me despertarían unos gritos reclamando a algún niño que saliese del agua. Podríamos comer las sardinas  en  la barra del bar sin que ningún brazo sudoroso tropezase con nuestra espalda. En resumen, disfrutaríamos  tranquilamente de la playa a la vez que se gastaría menos agua en duchas refrescantes y menos electricidad en aire acondicionado, cuyas facturas están en alza. También podríamos lucir chaquetas de verano, jerseys de hilo y zapatos que el calor no nos permite, sometiéndonos a  ver o vestir híbridos entre ropa de baño y calle, de pésima estética.
Bien mirado, esto del fresquito tiene sus ventajas.  El sector de los libros y discos, por ejemplo, podría vender más, porque la gente se quedaría más en su casa, o iría a los cines. Las tiendas de artesanía, manualidades  y bricolaje también harían más negocio, entre otros. El turismo se repartiría entre costa e interior y todos pillarían un poco de los gastos en vacaciones.
Definitivamente, prefiero un verano sin calor. Pero  es sabido que éstos del tiempo no aciertan nunca y ya están subiendo las temperaturas, así que haré como  Bañez, la ministra de empleo, que ante su incompetencia , no dimite, le pide ayuda a la Virgen del Rocío . Así que yo he decidido elevar mi plegaria, para que no haga mucho calor. Total, el sol, las nubes y los astros, están más cerca del Cielo que los trabajos
 
 
Niñas en el mar. Sorolla. 1909



 

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